Una obra de arte, en cualquiera de sus manifestaciones, siempre tiene más de una mirada. Ana Laura Fromm lo hace explícito en una de sus fotos intervenidas de las ruinas del exingenio Bella Vista: de frente se ve una enorme rueda oxidada, con un cañaveral sobreexpuesto y por detrás, reflejado en un espejo, se lee la frase “Por mucho que se cuente, siempre será más extenso lo que se ha olvidado”. “Es de Luis García Monteros, escrita en su novela ‘Mañana no será lo que Dios quiera’”, avisa Fromm.
La artista trabaja con collage, acrílico, serigrafía, textiles, video y fotos en su exposición “Métodos para no olvidar”, que hasta el viernes estará montada en el Centro Cultural Rougés (Laprida 35), y que evoca el cierre compulsivo de ingenios en 1966 y sus efectos sociales, políticos y personales. De hecho, una de sus referencias vivenciales es su propio abuelo cañero, junto con la lucha obrera y la emigración tucumana forzada por el desempleo.
“Olvidar implica ceder o sucumbir al negacionismo, negar que algo ocurrió aunque sea evidente que sucedió. No olvidar no es una consigna romántica que se reduce a la nostalgia o al mero recuerdo. La propongo como un acto de resistencia y aprendizaje que trata de activar memoria con una doble intención, como ritual para sanar viejas heridas, porque el arte tiene ese poder, y para que esas historias no se repitan. Contarle a las nuevas generaciones lo que pasó para advertir”, le dice a LA GACETA.
- ¿Temés que ese pasado regrese en nuevas formas?
- Soy una convencida de que la historia es cíclica y el inconsciente colectivo repite patrones del pasado. En definitiva, como comunidad sobrevivimos a momentos difíciles atravesados por mucho dolor y padecimiento. Si no tomamos conciencia, esas historias vuelven a repetirse. En el 66 lo azucarero era industria madre del país; tenía sus graves crisis y conflictos, pero no dejaba de mover y dar vida a los pueblos y era el eje y sostén de la economía. Las políticas de las dictaduras del 66, del 76 y las posteriores que repitieron un modelo neoliberal destruyeron las industrias regionales, y repetir estos programas económicos sólo lleva a la postergación y abandono provincial.
- Evocás a tu abuelo como una víctima más del cierre de los ingenios.
- Cuando hace varios años empecé con la temática del cañaveral en mi obra, no era consciente del peso que tenía para mi y para muchos tucumanos. Es el paisaje que vemos a diario, una imagen cotidiana. Sin duda hay un dolor familiar vinculado a ella, que quedó latente. Pero me interesó no solo investigar mi historia familiar, sino también la de la provincia en aquel momento, con material bibliográfico de María Celia Bravo, Silvia Nacif, Ana Sofía Jemio, Daniela Wieder y Roberto Pucci; documentales de Gerardo Vallejo; escritos de Hugo Foguet; testimonios de los trabajadores que vivieron el infierno del cierre de los ingenios y los relatos de mi madre yendo a trabajar muy jovencita a la escuela del ingenio Bella Vista y luego al ingenio Amalia, entre otras lecturas y relatos. Mi abuelo fue un próspero cañero que vivió de esta actividad, y sufrió un duro golpe. Mi historia familiar es igual a la de tantos otros tucumanos: 200.000 personas se vieron forzadas a emigrar.
- Naciste luego del cierre...
- Dicen que nuestro nacimiento está marcado por los hechos históricos, políticos y sociales que acontecen en ese momento, que nos dejan una marca. Nací en 1969 en pleno Tucumanazo, una de las consecuencias del cierre, con movilización de obreros y estudiantes. Con esto quiero poner de manifiesto que el cierre provocó una crisis transversal, que no sólo afectó a los trabajadores de fábrica y surco, que ciertamente fueron los mas vulnerables, sino a todos los estamentos y sectores, en todas sus actividades y a la economía de un modo terminal.
- ¿Cómo se pasa del recuerdo a la resistencia y de allí a la acción transformadora?
- Necesitamos que las nuevas generaciones sepan qué pasó para no ser nuevamente avasallados; estoy convencida de que miles de tucumanos tienen historias parecidas, porque la caña de azúcar es un sello de identidad que llevamos en las entrañas. Sacar esas historias a la luz es traerlas a la conciencia, no sólo tiene un sentido redentor de viejas heridas, sino que quizás funciona como una alerta para evitar pasar nuevamente por esos dolores.
- Tu trabajo circula en distintos soportes.
- Los diferentes lenguajes son búsquedas en mi modo de expresarme. Con todos tengo afinidad, las fotografías están trabajadas digitalmente como collages; otras son fotos de instalaciones en diferentes escenarios, que tienen un proceso circular, parten de fotografías del cañaveral que se sintetizan y se convierten en grabados que a su vez se transforman en obras, que como último paso llevo de nuevo al cañaveral y a otros escenarios -como el ingenio en ruinas o el muro del galpón de mi abuelo- y registro otra vez ese momento, como un modo de cerrar un circulo. Las telas son pancartas en las que se reemplaza el texto de los reclamos por imágenes: de caña de azúcar, de ranchos, de gallos, como símbolos de resistencia y lucha, intervenidas con la técnica de la serigrafía, que es una forma de grabado. Me interesa el lenguaje de lo gráfico, como en el caso de la instalación de fanzines y el uso de materiales descartables como cajas de cartón que de alguna manera conectan con la vulnerabilidad de los perjudicados, que parecieran desechables para la sociedad. Las instalaciones me permiten desplazarme en el espacio y salir de la bidimensionalidad. El montaje juega un rol fundamental, que la gente de Estudio Maleza logra con maestría. También incursiono en el video performance. Si uno observa propuestas artísticas tucumanas, muchas de ellas en estos últimos tiempos aluden a estas temáticas: será que los viejos dolores del pueblo tucumano aún están latentes o que hay señales de peligro de que situaciones similares se repitan.
PUNTO DE VISTA
Lo personal, y también lo colectivo y político
Cecilia Quinteros Macció
Curadora - Estudio Maleza
El nombre “Métodos para no olvidar” surge del análisis de la propuesta de la artista y de la posibilidad, como curadora, de extender una visión personal y de posicionamiento crítico hacia nuevas formas de lectura que amplíen, potencien y carguen de nuevo sentidos esta propuesta artística.
El tema que aborda la artista contiene, en sí mismo, mucha información de procesos personales pero también colectivos y políticos; por eso, a partir de una mirada un poco más distanciada, analizo cuáles son los factores por los cuales nuestra sociedad ha pasado por procesos de repeticiones que quizás no son conscientes a nivel colectivo...
Investigando un poco el concepto de inconsciente colectivo desde la mirada de Carl Gustav Jung y también desde el pensamiento de Michael Foucault sobre el ejercicio del poder, los discursos instaurados en la historia y la creación de verdades supuestamente inamovibles, es que me pregunto si es posible ser conscientes, antes que de los hechos en sí, de los mecanismos a partir de los cuales un sistema de poder instala en la sombra para que esas repeticiones sean sistemáticas. Y, de alguna manera, que nos mantengan bajo el yugo de quienes deciden qué cosas olvidar y qué cosas recordar.
Mi intención es entender estas operaciones a partir del análisis de la propuesta artística de Ana Laura Fromm, señalándolas e invitando a que tomemos conciencia de que podemos ser parte de estas decisiones como sociedad (la del recuerdo y el olvido); y de ese modo, establecer tensiones sobre ese sistema que mantiene velada parte de la historia a su conveniencia.
El montaje se pensó en función de todo esto... ¿Cuántas otras formas hay de mirar el pasado, cuántos ángulos y cuántas perspectivas pueden surgir, incluso en el diálogo con una arquitectura histórica y que alude a la rigidez de esos sistemas? Y así superponer nuestras otras formas de ver la historia de nuestras comunidades y familias.